Ordenación diaconal de Fray Diego Pepió Orantes

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Con inmensa alegría recibimos la Ordenación Diaconal de Fray Diego Pepió Orantes en nuestro maravilloso e histórico Santuario de San Ramón Nonato, Lleida

 

Crónica de fray Joaquín Millán:

 

Gran efeméride. Lo nunca visto en los setecientos años de este histórico Santuario: La ordenación diaconal de fray Diego Ignacio Jorge Enrique Pepió Orantes.
Sublime ceremonia desde el momento, 12’30, que anuncia Nikka Ángela Tabión: «Queridos hermanos y hermanas, sed bienvenidos para acompañar a fray Diego Ignacio Jorge Enrique en su ordenación diaconal por la imposición de las manos y la plegaria de monseñor Francisco Conesa Ferrer. Mientras el coro alborozado de veinticinco niños, dirigido por la hermana Cristine Caliguiran, canta: Vamos hacia ti, Señor Jesús, seducidos por tu amor…».

Marchamos hacia el  altar del Señor, siguiendo los perfumes del incienso y la enseña de la santa Cruz; los seminaristas de la diócesis Jacob y Rui; los novicios Juvencio Hotti Chun, Manuel Foliano Debrassono, Guillermo Salvador Díaz Reyna, Pedro Antonio Ixmatul Najera, José Eduardo García Mejía, Natercio Eugenio Chachuaio y Pedro Joao Valoi; los diáconos Josep Montoya, Aureli Ortín y Luis Cañadilla; los sacerdotes Xavier Rodríguez, Marc Maià, Iñaki Marró, Martín Hinojosa, Abel Trulls, Marcos Aceituno y Bernardo Weimberg; los religiosos  José Juan Galve Ardid, Domingo Lorenzo, Jesús Roy, Jhoeiner Ballesteros, Alveu Jacinto, Jesús Bel, Francisco Bernardo, Paco Sanz, José Navarro, César Blanco, Juan Lorenzo, Rubén Darío, Alejandro Tribiño, Francisco Marín, Joaquín Millán y Luis Mejía.

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Los novicios, los diáconos, los sacerdotes, los religiosos, el Ordenando, el Padre Provincial superior, el Obispo, que nos regala la paz, nos invita a la conversión, nos une en alabanza con el coro y en la oración colecta: «Concede al que has elegido, disponibilidad, humildad y perseverancia en la oración».

La Palabra nos invita a profundizar en el gran misterio que estamos viviendo: La Sabiduría irá siempre al lado del fray Diego (Sab. 6,12). ¿A dónde irá sin el aliento del Señor? (Sal. 139). El Señor lo ha constituido elemento de edificación de la iglesia (Ef.4, 11). Se hará esclavo para servir como el Señor (Mateo 20,25).

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La monitora irá marcando los ritmos a seguir: El padre Francisco llama a fray Diego. El padre José Juan da fe de su idoneidad. El obispo Francisco ratifica: Elegimos a este hermano nuestro para el Orden de los diáconos, y nos deleita con una bella y profunda reflexión:

«Querido Diego: Lo has meditado y discernido, ahora recibes el gran regalo del Señor, que él te otorga por medio de la Iglesia. Cristo, que se ha fijado en ti, te dará la fuerza necesaria y la sabiduría precisa para que puedas serle fiel. Tú y todos nosotros entonamos un canto de alabanza y gratitud a Dios por toda su misericordia y su amor, a la par que nos adherimos en la plegaria para que mantengas tu disponibilidad en el seguimiento del Señor. Quedarás consagrado, vinculado para siempre a Cristo, siervo de Dios y de todos los hombres, y así toda tu vida sólo puede estar movida por un deseo: servir. Servir siempre y servir a todos, lo que conlleva renunciar a comodidades y egoísmos. La espiritualidad de la orden de la Merced te ayudará a buscar a Cristo en los últimos y ponerte en disposición de ayudar a quien padece cualquier tipo de cautividad.  Al clausurar la Asamblea del Sínodo decía el Papa: Es ésta, hermanos y hermanas, la Iglesia que estamos llamados a soñar: una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos.  Un aspecto muy importante de tu ministerio es la oración. Es ella la que sustentará tu entrega a Cristo y a los hermanos. Sólo si estás curtido en la oración, podrás ser buen servidor de tus hermanos y les harás llegar el gozo que inunda tu alma. Te entregaré el Evangelio, diciéndote: «convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado». Así debe ser tu relación con la Palabra de Dios: de escucha orante y acogida cordial para edificación del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Somos un pueblo enriquecido con diversidad de ministerios y carismas; es sumamente importante que no te sitúes nunca por encima del santo pueblo de Dios, sino que comprendas tu vida y ministerio al lado de ese pueblo, inserto en su vida, en sus dificultades y esperanzas. En la oración de consagración pediremos al Señor que el ejemplo de tu vida suscite la imitación del pueblo santo. Que san Ramón y todos los santos de la orden mercedaria acompañen tu vida y ministerio. Que la Virgen de la Merced sea tu Maestra en el servicio a los más vulnerables, tu compañera y tu guía hasta el día en que Cristo retorne lleno de esplendor y gloria».

Hemos llegado al cénit: El Obispo interpela a fray Diego, que reiteradamente, cada vez con mayor brío, hasta siete veces, dice: sí quiero, sí prometo. Todo es sublime, heroico, por eso acudimos a la intercesión de los santos: Santa Madre de Dios, San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato… te rogamos, óyenos; para que bendigas, santifiques y consagres a este elegido, te rogamos…

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Así, tan sencilla como prodigiosamente, la imposición de manos y la plegaria del Obispo convierten a fray Diego en diácono, receptor y transmisor de los Siete dones del Espíritu santo. Es revestido de la estola y la dalmática diaconales, por los padres Jesús Roy y César Blanco. El Obispo le entrega el Evangelio de Cristo, con el encargo de ser mensajero, le regala el ósculo de paz.

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Los niños del coro cantan alborozados: Juntos podremos seguir dibujando sonrisas… Un mismo abrazo que sentimos tus hijos en esta gran familia, Familia mercedaria.

Con especial solemnidad son traídos el pan y el vino para el Sacrificio, fray Diego podrá alimentar con ellos la fe de los cristianos. Los vasos sagrados y el altar son sublimados de incienso. El coro recalca: Confiados en su misericordia, nos acercamos a Ti, Señor, para ofrecerte de nuevo la vida, para entregarte nuestra libertad… Lanzamos a la ventura manos que parten el pan, consagrado el andar.

Y sigue el prefacio, la anáfora… todo parece rutinario, pero no hay rutina, sino gran apoteosis del Misterio, connivencia con uno más comprometido para el Reino. En la comunión, todos quieren recibir el Cuerpo de manos del fray Diego. El coro está muy apremiado: El Fill de l’home no ha vingut a fer-se servir.

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Concluyendo, el padre Provincial muestra su agradecimiento, ésta es una jornada especial, expresa. Fray Diego rebosa igualmente gratitud, más significativamente para los llegados de Barcelona, e invita a seguir la fiesta en el interior del Convento. El Obispo rubrica: un día grande.

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Como es propio de los Mercedarios cerramos loando a la Madre y encareciéndole: Bendice a tus hijos. Amén.

Fray Alejandro Triviño con la comunidad de San Ramón y el grupo filipino han preparado un convivio abundoso y exquisito, que refocila al centenar de asistentes. No hay prisas, y sí ganas de compartir el gozo de esta fiesta.

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